Ana Paula Ojeda es escritora. Ha sido invitada al festival Kolibrí 2022* junto al ilustrador Juan Palomino, para impartir unos talleres sobre mitos mexicanos. «El papel del jaguar en los diferentes mitos es fascinante, pues se vincula al caos y al orden del universo, a la estructura del tiempo, a la noche, al mundo del inframundo, a la feminidad, y a la vida y la muerte», nos ha contado. Hablamos con ella también de su participación en proyectos de desarrollo local, educación ambiental y de alfabetización y conservación de lenguas indígenas en México.
¿Cómo surgió la idea de realizar los libros sobre mitos? ¿Cómo fue su colaboración con el ilustrador Juan Palomino?
La idea de realizar estos libros partió de intereses comunes, míos y de Juan Palomino, en torno al mito y a la diversidad cultural de nuestro país. De manera más personal, mi interés en los mitos comenzó cuando me percaté de cómo estos son una de las expresiones más profundas de la diversidad cultural, ya que no refieren únicamente a las cosas que en la superficie nos hacen diferentes (como la comida o la vestimenta), sino que son historias que hablan de cómo estructuramos y explicamos la realidad, y cómo nos relacionamos con todo lo que nos rodea. Son historias que hablan de nuestro ser humanos en el mundo y de las múltiples formas en que significamos la realidad.
Por otro lado, la creación de esta colección de libros de mitos también partió del interés en hacer materiales de divulgación sobre estos temas para públicos más amplios y no necesariamente académicos. En este sentido, tanto Juan Palomino como yo, consideramos importante que haya libros de divulgación de mitos que no despojen a los mitos de su contenido simbólico, ya que es este lo que hace al mito diferente a un cuento o a cualquier otra historia. En este sentido, uno de los riesgos de simplificar e infantilizar mitos que son parte fundamental de una cosmovisión consiste en la folklorización y romantización de la cultura de la que surgen, fenómeno muy recurrente en México y que, considero, ha sido muy nocivo.
Sobre mi colaboración con el ilustrador Juan Palomino, quizá sea importante mencionar que, además de colegas, somos pareja desde hace muchos años, por lo que no sabría decir si ha sido una relación difícil o sencilla (risas). En términos de los libros, la cercanía y la coincidencia de ideas, preocupaciones e intereses ha permitido que estos se construyan de manera muy orgánica. No son libros en los que el texto se realizó primero y posteriormente se ilustró, o viceversa, sino que son libros que concebimos en conjunto desde un inicio y en los que fuimos desarrollando de manera paralela el texto y la imagen. Diría, sobre todo, que ha sido una colaboración alegre y emocionante.
Algunos de los libros de mitos han sido traducido a otros idiomas. ¿Qué dificultades se han encontrado los/as traductores?
En efecto, nuestros libros se han traducido a varios idiomas, sin embargo, en muy pocos casos he trabajado de la mano con el equipo de traducción, por lo que desconozco las dificultades que este proceso haya implicado. Uno de los procesos de traducción que me parece más interesante pero que desconozco cómo haya sucedido, fue el del libro Jaguar, Corazón de la Montaña a la lengua Ayuuc (lengua indígena del estado de Oaxaca). Esta traducción me interesaba particularmente pues algunas versiones y aspectos del mito que narra el libro son compartidas por casi todas las culturas mesoamericanas, incluyendo la ayuuc, de modo que el trabajo con los traductores me hubiera permitido conocer cómo personas de esta tradición cultural interpretan y valoran la forma en que me aproximé a este mito para narrarlo.
Por otro lado, el proceso de traducción que acompañé de manera más cercana fue el del libro Ladrón del Fuego al alemán, por la editorial Baobab Books. En este proceso fue evidente que la traducción de una lengua a otra no implica decir lo mismo en dos idiomas, o con sonidos diferentes, sino que implica una traducción también del mundo, ya que las formas que tenemos de nombrar la realidad parten de procesos históricos y cosmovisiones diferentes.
Además de escribir, usted participa en proyectos de conservación de lenguas indígenas. ¿Cuál es la situación de las lenguas indígenas en Puebla, su área de trabajo?
Sí, diría que mi trabajo principal más bien consiste en coordinar el Programa Socioambiental de la reserva Kolijke, en el que llevamos a cabo procesos de conservación de la naturaleza y de desarrollo comunitario en localidades indígenas de la Sierra Norte de Puebla, a partir de la premisa de que cualquier proyecto que procure conservar los ecosistemas debe de considerar a los habitantes del territorio, con sus prácticas culturales específicas. Por este motivo, llevamos a cabo acciones que procuran promover procesos de organización comunitaria y proyectos productivos que no dañen la naturaleza y mejoren las condiciones de vida de la región, considerando que son comunidades que viven en condiciones de pobreza extrema. Sin embargo, y sin dejar de considerar importantes las condiciones materiales de vida, ha sido evidente para nosotros que la conservación ambiental está estrechamente relacionada con los procesos de valoración de la identidad y el territorio, por lo que aspectos culturales como la lengua son fundamentales en la creación de vínculos con el espacio que se habita y con el cuidado de la vida en todas sus formas. De este modo, aunque el proyecto en el que participo no trabaja específicamente con la conservación de las lenguas indígenas, sí promueve procesos de reafirmación y revaloración cultural e identitaria que pasan, por supuesto, por la revitalización de los idiomas nativos. Estas acciones son especialmente importantes en contextos como el de México, en el que los procesos de cientos de años de violencia, exclusión y discriminación de los pueblos indígenas ha generado vergüenza e infravaloración de los propios integrantes de estos pueblos por sus raíces culturales y rasgos identitarios, entre ellos, el idioma y la relación con el territorio. En ese sentido, y aunque parezca inesperado, la pérdida lingüística muchas veces va de la mano con procesos de devastación ambiental. Con base en lo anterior, consideramos que tanto la revaloración lingüística como el cuidado y defensa de los territorios se tiene que hacer en procesos de organización y a partir de decisiones autónomas de los propios pueblos.
En el lugar en el que yo trabajo, en el municipio de Zihuateutla en la Sierra Norte de Puebla, se hablan dos idiomas, el náhuatl y el totonaco, y aunque ambas son lenguas amenazadas, el totonaco tiene muchos menos hablantes y está en un mayor riesgo de extinción por haber menos movimientos políticos de reivindicación cultural y por la propia forma de ser del idioma que implica que sus diferentes variantes (a diferencia del náhuatl) sean prácticamente inteligibles entre sí, lo cual complejiza los programas de enseñanza y difusión. Además, a diferencia del náhuatl, el totonaco es una lengua que comenzó a escribirse muy recientemente y que apenas está en un proceso de construcción y estandarización de su gramática.
¿Qué hay que tener en cuenta a la hora de elaborar talleres para un público infantil? ¿Cómo son los talleres que ha preparado para Kolibrí?
Diría que para impartir talleres a un público infantil, lo primero que hay que tener en cuenta es que los niños y las niñas son seres complejos, por lo que hay que ser muy cuidadosos en no subestimarlos. Considero que en muchas ocasiones las actividades dirigidas a niños y niñas se simplifican a un grado casi irrespetuoso, pues si bien la aproximación a los temas y las actividades no son las mismas que se realizan con públicos adultos, los niños y niñas también viven en este mundo, con sus complejidades, crueldades, dolores y problemas. En este sentido, incluso me parece extraño hablar de “temas para adultos” y “temas para niños”. Yo creo que todos los temas pueden ser infantiles y lo que cambia es la aproximación.
Por otro lado, creo que es importante tener en cuenta que no se puede pensar en el público infantil como homogéneo, no solo por la diversidad individual a causa de las historias de vida particulares, sino por los contextos culturales, políticos y económicos en los que se desarrollan las infancias.
En la planeación de los talleres que preparamos para Kolibrí partimos de que Juan y yo venimos de un contexto probablemente muy diferente al de los niños y niñas participantes, situación que queríamos aprovechar como una posibilidad de encuentro y aprendizaje mutuo. De este modo, los talleres se basan en compartir mitos y aspectos culturales de nuestro país, México, y de provocar a los niños y niñas a contar historias, inventar mitos y crear imágenes desde sus propios referentes culturales.
¿Qué mitos mexicanos recomendaría a los lectores de Finlandia?
No sé si recomendaría algún mito en particular, más bien haría una invitación a interesarse por el mito como tema, pues creo que los mitos de todos los lugares del mundo son fascinantes en tanto que dan cuenta de una forma de ver la realidad desde una cosmovisión en particular. Sobre el caso de México, diría que el papel del jaguar en los diferentes mitos es fascinante pues se vincula al caos y al orden del universo, a la estructura del tiempo, a la noche, al mundo del inframundo, a la feminidad, y a la vida y la muerte. También lo recomiendo porque tengo una relación estrecha con este animal, ya que el símbolo del jaguar en la cultura maya fue el tema de estudio de mi madre durante toda su vida.
¿Qué idea se tiene en México de los países nórdicos en general y en Finlandia en particular?
Esta última pregunta me parece muy divertida, justamente porque en México se tiene una idea de los países nórdicos y, específicamente, de Finlandia muy idealizada. Es habitual escuchar en conversaciones casuales que ojalá la educación en México fuera como la de Finlandia, que ojalá nuestro país estuviera como Finlandia, que ojalá los ciudadanos fuéramos civilizados como en Finlandia. Creo que, frente a los problemas que se viven cotidianamente en México como la violencia, la pobreza, la corrupción, entre otros, Finlandia se ha vuelto un referente idealizado en el imaginario colectivo de cierta parte de la población mexicana, aún sin saber nada de este país. Sin embargo, México es muy amplio y muy diverso por lo que, en muchos contextos, sobre todo en contextos no urbanos, ni siquiera estoy segura de que haya una noción de que Finlandia exista, y mucho menos de qué tipo de país es o en dónde se encuentra. Por su nombre en español, quizá lo primero que imaginamos en México es que Finlandia es un país lejísimos, en el fin del mundo.
*Visita en cooperación con el Instituto Iberoamericano de Finlandia y la Embajada de México en Finlandia.