Hombre en su biblioteca

Los mitos son una forma poética de la verdad

El ilustrador Juan Palomino es el invitado especial de Kolibrí 2022*, donde impartirá talleres sobre mitología mexicana junto con Ana Paula Ojeda. «Para que los mitos nos vuelvan a hablar con toda su fuerza, hay que saber de qué forma leerlos», explica este ilustrador, que concibe un libro como un organismo y para quien el público infantil puede ser mejor lector de libros con imágenes que los adultos, que suelen tener sistemas y códigos más cerrados para hacerlo.

¿Cuáles son los elementos más importantes de su trabajo?
Cuando se piensa en un libro ilustrado, y más aún en un libro álbum, todos sus elementos deben estar articulados para generar una experiencia en el lector. Creo que en este momento esa articulación es lo que más me preocupa en un proceso de trabajo. Pienso en un libro como un organismo, por eso debe ser resultado de una colaboración en la que todos, escritor, ilustrador, diseñador, editor, asuman su papel creativo.
En cuanto a la dimensión gráfica del libro, debe haber un equilibrio, una armonía entre los elementos expresivos de las imágenes, materialidad, color, composición, gestualidad, ritmo, la sintaxis de los elementos, y la forma en que las distintas imágenes dialogan entre sí.
En lo particular, creo que soy mejor en la definición de una narrativa gráfica y en la sintaxis de cada imagen que en lo plástico, o pictórico, pero aunque cada ilustración tenga determinadas fortalezas y límites, el proceso debe ir hacia un punto en que todos estos elementos tengan alguna coherencia entre sí, aunque esto no signifique, tampoco, que no haya entre ellos diferencias, o contrastes. Es como componer música. La armonía se alcanza con los contrarios, también.

¿Emplea la ilustración un lenguaje universal? ¿Cuáles son los elementos multiculturales o locales de su trabajo?
Las imágenes son universales. Todas las personas pensamos en imágenes, sean gráficas o verbales. Sin embargo, estas imágenes significan cosas diferentes para cada persona, y, también, en cada cultura se leen de distinto modo. Las posibilidades y los caminos que toma la experiencia de los lectores dependen de su propia sensibilidad, de su formación, del contexto al que pertenecen, etc. Creo que lo interesante no es buscar o partir de una supuesta universalidad, sino aprovechar su polisemia y su apertura natural. Lo rico de las imágenes poéticas, sean gráficas o no, es que tienen un sentido literal, pero también están abiertas a la significación que hagan los lectores, porque son necesariamente ficción, no representan literalmente algo del mundo real. De este modo, las imágenes tienen elementos que podemos reconocer todos en todo el mundo, pero lo que vemos ahí, y las relaciones que se establecen en su interior y con nosotros están abiertas a múltiples caminos. El ilustrador, como artista, construye sus imágenes en esa línea entre lo universal, lo personal, y lo abierto.
En mi caso, los libros más personales que he ilustrado junto con Ana Paula Ojeda sobre mitos de mesoamérica, tienen elementos que seguramente resultan familiares a las personas que viven en este lado del mundo, pero esto no significa que esas personas sepan qué significan. La intención con estos libros es mediar entre estos símbolos, cuyo sentido puede estar oscurecido por el paso del tiempo, para volver a abrirlos en su sentido metafórico, poético, para el público actual. De este modo, esos elementos de una cultura diferente pueden resultar interesantes, y encontrar reflejos, contrastes y correspondencias con lo que personas en otro sitio y en otro tiempo podemos pensar e interpretar.

¿Cómo surgió la idea de realizar los libros sobre mitos? ¿Cómo fue su colaboración con la escritora Ana Paula Ojeda?
A Ana y a mí nos interesan los mitos desde hace mucho tiempo y desde lugares diferentes. A ella le interesan desde su trabajo con comunidades indígenas actuales, porque estas historias, aunque antiguas y aparentemente lejanas, siguen siendo la base, aun si se desconocen, de muchas costumbres, fiestas, rituales, valores morales. De la forma concreta de habitar el mundo de esas comunidades. Para ella es importante recuperar los elementos vivos de esos mitos en la vida actual de este país y de los otros países de América que comparten la misma historia.
Para mí, desde mi formación en filosofía, los mitos son una forma poética de la verdad, que dicen cosas sobre nosotros y nuestra relación con el mundo de un modo que no puede ser sustituida por otra, aunque así se haya pensado durante mucho tiempo. Lo que sí hay que hacer, para que los mitos nos vuelvan a hablar con toda su fuerza, es saber de qué forma leerlos, no preguntar si lo que ocurre en ellos pasó o no, y no juzgarlos prematuramente como algo que está agotado o que ya no tiene sentido.
Con ese objetivo, Ana y yo nos propusimos hacer reescrituras de mitos de Mesoamérica, sin la intención de reproducirlos una vez más, como sucede en muchas reescrituras publicadas, sino intentando reabrir sus símbolos y sus significados para que puedan ser comprendidos por un público que ya no tiene presente el universo de significados en los que estos surgieron. Y, dentro de esto, señalar también cómo muchas costumbres derivadas de estas historias siguen vigentes en México y en otros países, y cómo también nosotros, aunque vivamos en contextos urbanos y tengamos una educación occidental, somos producto de estas y otras historias en nuestras formas de vivir, de pensarnos y de relacionarnos. Para hacerlo, en cada libro tuvimos la asesoría de un investigador o investigadora que se ha dedicado al estudio de esos mitos, y que nos permitía encontrar versiones, relaciones y significados desde sus textos y en el diálogo con ellos.

¿Hay alguna diferencia a la hora de ilustrar libros para el público infantil y el público adulto?
Creo que las niñas y los niños tienen una forma más natural de apreciar e interpretar imágenes, y en este sentido pueden ser incluso mejores lectores de libros con imágenes que los adultos, que solemos tener sistemas y códigos más cerrados para hacerlo. Sin embargo, esto no significa que en el proceso de creación de un libro o un álbum ilustrado no sea necesario desarrollar una sensibilidad para que lo que queremos expresar llegue al público al que va dirigido. Los niños tienen una mirada poética, que les permite leer desde ese lugar las imágenes, pero no tienen ciertos referentes concretos, por ejemplo, que sí tienen algunos adultos.
Por otro lado, decir los niños y los adultos también implica una simplificación que no hay que ignorar. Un niño difiere de otro según su universo de sensibilidades, y lo mismo pasa con los adultos. Por eso, es necesario construir un núcleo de lo que queremos decir, y que debe ser comprensible en las imágenes para casi cualquier persona, o al menos para la que están dirigidas, y a partir de ahí sumar las capas que sean, con dimensiones, referencias o guiños más o menos lejanos, pero que no entorpezcan, sino que enriquezcan en lo posible ese núcleo.
La otra cosa importante, y que generalmente se ignora aún en las escuelas y entre las actividades de promoción de la lectura, es que las imágenes se leen, y saber leerlas es un aprendizaje necesario, no es natural ni gratuito, aunque todos vivamos entre imágenes. Lo que podemos encontrar en ellas depende, en buena medida, de que nos hayamos formado en el interés y la diversidad de formas de leerlas, y de considerar todos sus elementos y dimensiones expresivas.

¿Qué libros de México recomendarías a los lectores de Finlandia?
Creo que los libros ilustrados más interesantes que se producen en México son los de las pequeñas editoriales independientes. Sin embargo, muchos de ellos quizá no lleguen a otros países fácilmente, y eso es una pena. Por otro lado, México es un país con una cultura visual muy importante, desde tiempos prehispánicos. Recomendaría acercarse a esos universos de imágenes, y a sus recursos, desde los murales o las esculturas prehispánicas, hasta la pintura, la gráfica, y el arte popular actual.

¿Conoce la literatura nórdica y su ilustración para niños?
A pesar de ser países de los que se habla mucho por acá en términos de la calidad de su educación y servicios públicos, en realidad sé poco de su literatura, más allá de figuras icónicas como Tove Jansson. Sin embargo, me gusta mucho su tradición en el diseño y también lo que conozco de estos países en el arte contemporáneo y en la música. Creo que este viaje es una buena oportunidad para conocer un poco más de esta región del mundo.

*Visita en cooperación con el Instituto Iberoamericano de Finlandia y la Embajada de México en Finlandia.