Cada domingo, mis compañeros de piso y yo tenemos un día dulce que se ha convertido en una tradición. Cada semana celebramos horneando e intercambiando recetas que ha quedado atrás una nueva semana de la cuarentena. Mientras comemos tarta, escuchamos desde la ventana el canto de los pájaros, prácticamente el único sonido que se puede oír ahora en el centro de Madrid
Tartas de cuarentena y ganas de calle
En el momento de redactar este texto, llevamos unas cuantas semanas de cuarentena. El gobierno ha declarado el estado durará al menos hasta el 10 de mayo, cuando se cumplen 57 días. Nunca hubiera pensado que estaría en casa tanto tiempo, sólo saliendo a la calle para hacer compra una semana sí y una no. El saldo de mis salidas: cuatro veces para bajar al supermercado. Para muchos de mis amigos que viven en Finlandia o Suecia, semejante cuarentena ha sido una sorpresa, y unos cuantos me han dicho que si vivieran aquí ya habrían subido por las paredes, y les sorprendía mi actitud positiva a pesar de todo. Yo misma estoy sorprendida de lo bien que nos llevamos en casa. En este momento puedo concentrarme en proyectos propios que han estado aparcados esperando tiempos más relajados: actualizar mi página web, leer más, concentrarme en el bienestar y pensar en mis planes futuros.
Además de enfocarme en mis proyectos, la compañía de mi compañera de piso ha sido de gran ayuda. Una a la otra nos ayudamos a seguir positivas. Todas las tardes hacemos yoga juntas a las seis en punto, un signo del final de la jornada y pilar de las rutinas diarias, igual que los domingos dulces. Con otro amigo, hago entrenamiento en casa cuatro veces por semana mediante videollamada, para sudar las energías adicionales; y dos veces por semana tengo clase virtual de español, un curso que comencé durante la cuarentena. Así que he tenido bastante que hacer y esto ha sido el eje de mi vida cotidiana. Por supuesto que echo de menos el aire libre, más que nunca, pero pronto llegará el momento de poder hacer actividades fuera, además de disfrutar de los rayos del sol desde mi balcón.
Nueva vida cotidiana en la oficina en casa
El teletrabajo es para mí algo familiar gracias a mi anterior empleo, y por eso he sabido esperar los desafíos y ventajas que conlleva: ahorro del tiempo que se emplea en desplazarse a la oficina, adiós a la ropa ajustada que aprieta…, pero el trabajo requiere de una autodisciplina dura. La primera semana se me hizo un poco rara, pero pronto me vi atrapada en un nuevo ritmo de vida y el trabajo comenzó a marchar. Lo más desafiante es cuando los pensamientos se dispersan y siento que no puedo hacer nada productivo. Sin embargo, he sido muy permisiva conmigo misma, algo normal en esta situación extraña, e intento pensar que mañana es un nuevo día.
También he notado que por las mañanas tengo que despertar mi cuerpo más que antes para ponerme al día. Antes me ayudaba el hecho de caminar al Instituto, paseo que ahora he reemplazado por un pequeño momento de yoga o circuito de fitness. También consumo una o dos tazas más de café por las mañanas. Las reuniones físicas y las conversaciones con mis colegas se han convertido en videollamadas, lo que creo que funciona muy bien. Hablo con amigos también por videollamada, pero estoy empezando a volverme perezosa pues el tiempo que paso mirando una pantalla parece haber aumentado mucho durante la cuarentena.
Desde la galería al mundo virtual
Mis tareas han cambiado con el teletrabajo. Ahora estoy más centrada en el diseño gráfico y estoy maquetando el informe anual de las actividades del Instituto. Además, las tres becarias escribimos más textos y hacemos traducciones, lo que supone un buen ejercicio para practicar español. Hemos cambiado la galería física por una virtual. El evento Meet the Artists que mencioné en la primera parte de mi diario y que tenía como objetivo presentar a tres artistas jóvenes: dos artistas sueco-finlandesas, Linn Henrichson y Taika Mannila; y la artista española Maite Ortega, ha sido trasladado al otoño. Justo antes de que el país cerrara sus fronteras, Linn tuvo tiempo de venir a Madrid para pintar los murales y montar su exposición de carteles. El viaje de Taika, sin embargo, se canceló y se decidió posponer el evento para una fecha futura. En lugar de una exposición física, abrimos una versión virtual de Shreds.
El regreso a la oficina del Instituto durante los meses que duran mis prácticas laborales es incierto, pero hasta ahora no hemos tenido problemas para producir contenido desde casa. Personalmente no veo esta crisis como algo malo sino como una gran oportunidad para aprender cosas novedosas y aprender a actuar en situaciones cambiantes. Nuestro grupo tiene muchos proyectos nuevos e interesantes destinados a apoyar a los artistas finlandeses mediante plataformas virtuales.
Mirando hacia lo nuevo
He realizado las prácticas en el campo cultural y no puedo ignorar el futuro incierto del sector. Muchas noticias informan que la cultura está sufriendo, otras anuncian oportunidades para sostener actividades culturales a través de medios innovadores. Tengo ganas de ver lo que depara el futuro, porque creo que con esta crisis también lograremos algo bueno. No creo que volvamos a una normalidad perfecta, pero quién sabe si el futuro será más colorido que el pasado.
Estoy muy orgullosa del equipo del Instituto, pues hemos sido capaces de trabajar a buen ritmo y renovar las actividades, planificando exposiciones virtuales, nuevas maneras de crear eventos en un entorno virtual, y apoyando a los artistas en medio de todo esto. Es un gran ejemplo de cómo, incluso en una situación difícil, adaptarse no significa una amenaza sino una oportunidad.
Top 5 en casa:
1. Las tartas de cuarentena, número uno absoluto
2. Estudiar español
3. Sudar con entrenamientos en casa
4. Estiramientos de cuello
5. Bailar al ritmo de tu música favorita
Lee la primera parte