La fotógrafa finlandesa Sanni Saarinen acaba de recibir el prestigioso premio Descubrimientos que otorga el festival PhotoEspaña. La autora explora con sus imágenes temas como la identidad, las raíces y la vinculación de las personas con los espacios físicos y naturales en los que han crecido. En 2022, el Instituto organizará junto a PHE una exposición individual de esta artista de la fotografía documental.
¿Qué supone para ti el premio Descubrimientos?
El premio Descubrimientos de PhotoEspaña supone un magnífico reconocimiento. Es estupendo saber que mi trabajo ha comunicado y ha emocionado. Lo verdaderamente especial de este premio es la exposición individual que conlleva, dentro del festival PhotoEspaña 2022, uno de los festivales de fotografía más grandes de Europa y América Latina, cuyo programa incluye exposiciones anuales interesantes y de gran calidad, y un programa paralelo relacionado con la fotografía. Me alegra mucho formar parte del programa de 2022. Significa la posibilidad de presentarle mi trabajo a una audiencia completamente nueva.
¿Con qué serie de fotos has ganado el premio?
Gané con la serie titulada Kohti. Se trata de una serie auto fictiva que versa sobre los temas del paso del tiempo y del crecimiento, sobre la familia y la identidad. Llevo realizándola de forma intuitiva desde 2017 y aun sigo fotografiando.
Fotografío mi entorno cercano y cotidiano. Mi hija y mi hermana han sido retratadas a menudo, y la naturaleza posee un lugar fundamental en mi trabajo. Sin embargo, no documento mi vida diaria, sino que trato temas más generales a través de mis imágenes.
Me interesan los momentos en los que en realidad no pasa nada, pero que condensan la vida. No creo que los grandes hitos sean los más importantes de la vida; más bien, nos formamos a nosotros mismos y la vida sucede en los momentos cotidianos.
El objetivo a la hora de realizar esta serie es asomarme hacia algo que encuentro esencial en la vida. El sutil, casi imperceptible desgaste del tiempo me interesa y me aterroriza. Aunque retrato en la vida cotidiana, mi trabajo contiene una atmósfera poética y me interesa la experiencia interior.
Empleo película y una cámara de tamaño mediano, y esto es una parte integral de mi proceso. La cámara pesada ralentiza mi trabajo y conecta al instante. No planifico de antemano mis imágenes con cuidado, ahora surgen como una reacción al mundo y me gusta no ver el resultado final de inmediato. A menudo, el significado de las imágenes no se abre hasta revelar la película o cuando encuentran su lugar en la serie y se relacionan con otras imágenes.
¿Cómo se inició tu carrera como fotógrafa?
Soy antropóloga cultural, esa es mi primera formación, y después de graduarme trabajé como investigadora. Cuando me di cuenta de que la investigación no era mi forma característica de tratar temas de gran interés y extrema importancia, me interesé más seriamente por la fotografía.
En ese momento vivía en Madrid y me inscribí en Efti (Centro Internacional de Fotografía y Cine). Mi primera cámara la había recibido cuando tenía 10 años y la llevaba conmigo desde entonces. En Efti estudié fotografía documental y me mostré particularmente interesada por la fotografía social. Realicé mi trabajo de fin de estudios con una serie de retratos de la población gitana de Rumanía que reside el poblado de El Gallinero, en las afueras de Madrid.
Tras graduarme, trabajé durante años como fotógrafa independiente y editora para prensa y revistas finlandesas. Poco a poco, comencé a anhelar una forma más profunda, más a largo plazo, de tratar con las cosas y trabajar en proyectos propios de fotografía documental, aparte de un periodismo rápido y fragmentado.
Como fotógrafa, me ha empezado a interesar cada vez más la realidad interior del ser humano y el hacerla visible. Soy fotógrafa documental, no fotoperiodista, y la expresión poética es importante para mí. En la actualidad también trabajo en varios proyectos de arte comunitario aparte de mi propio trabajo artístico.
¿Cómo se reflejan las relaciones interculturales en tu trabajo?
El multiculturalismo está muy presente en mi vida. He vivido en España y en Perú más de diez años, mi hija es mitad española, y mi interés por la diversidad cultural del mundo me llevó a estudiar en un principio antropología cultural. Todo esto afecta la forma en que veo el mundo e inevitablemente se percibe también en mi trabajo.
Las cuestiones de pertenencia fueron uno de los puntos de partida de la serie Kohti. Reflexioné mucho sobre el tema después de regresar a Finlandia, tras más de diez años residiendo en el extranjero, y después del nacimiento de mi hija. También he abordado el tema en el proyecto Kahtaalla, donde fotografié a personas que viven entre dos culturas en el área de Varissuo (Turku).
Por otro lado, en mis fotos cabe mucho silencio y naturaleza. Para la audiencia internacional, estos sean quizás elementos muy finlandeses o nórdicos.
¿Qué temas te interesan como fotógrafa?
Soy una fotógrafa cercana a las personas e interesada en la experiencia humana del mundo y en las formas humanas de interpretar la vida, la existencia y la sociedad. A grandes rasgos, divido mi trabajo actual en dos partes.
Además de los temas de autoficción, trabajo en temas sociales, que están invariablemente relacionados con la diversidad cultural y los derechos humanos.
El trabajo auto fictivo supone una forma de abordar los temas más privados de la existencia. Me siento más libre como fotógrafa cuando mi trabajo no trata directamente de la vida de otros, hay una gran responsabilidad involucrada en lo documental.
Como fotógrafa, me interesa lo que está detrás en apariencia, la experiencia humana. Resulta desafiante e incluso contradictorio, pues la fotografía siempre va unida a la realidad material, externa. En mi último proyecto, aún en pañales, me ocupo de experiencias de fe y santidad.
¿Has estudiado en España? ¿Cómo fue la experiencia?
Tremendamente maravillosa. En 2010 estudié en Efti, en Madrid, en una línea profesional de un año de duración y luego recibí una beca de la escuela para realizar un máster anual en fotografía documental. Fue uno de los mejores años de mi vida y supuso un punto de inflexión como fotógrafa.
El año consistió en talleres impartidos por destacados fotógrafos españoles, así como por los mejores fotógrafos internacionales, como los de Magnum. El ambiente era entusiasta y aprendí muchísimo. El año supuso una verdadera revolución visual e intelectual para mí, y por eso fue tan significativo.
Mis profesores españoles, Eduardo Momeñe, Ciuco Gutiérrez, Juan Manuel Castro Prieto, Cristina García Rodero, Miguel Oriola, Carlos de Andrés y Beatriz Martínez, dejaron una huella imborrable en mi identidad como fotógrafa.
Mi carrera comenzó en Madrid. Por eso siento que la exposición Descubrimientos de PhotoEspaña, justo en Madrid, es especialmente significativa.