En los casi sesenta años de carrera artística de Totte Mannes caben formas intensas y décadas coloridas. Para homenajear a esta pintora virtuosa en su 89 cumpleaños, publicamos estas breves semblanzas de su vida.
Totte Mannes nació casi hace 90 años en un mundo muy distinto, en un país pequeño que se había independizado no hacía mucho. Hija de madre sueco finlandesa y padre de lengua finlandesa, pasó sus primeros años en Kajaani, desde donde la familia se mudó a Vaasa tras la muerte del padre.
La carrera artística fue un ensueño desde bien temprano lo que no obstante resultaba difícil realizar en una Finlandia mutilada por la guerra. Totte estudió en dos ocasiones en la Escuela Superior de Arte y Diseño, la formación artística en la Finlandia de aquella época le resultaba demasiado restrictiva y plagada de reglas. Como ella misma dice, nunca se le dio bien hacer lo que dicen los demás. Como hablaba sueco, finalmente se fue a Estocolmo a estudiar pintura en la Escuela de Arte Reybekiel.
Su firmeza fue recompensada. Una vez agarró el pincel, jamás lo volvió a soltar. Colores intensos, una técnica cuidada y formas vigorosas son la especialidad de Totte Mannes.
Su camino desde la escuela de arte la llevó a ambos lados del mundo, a Hong Kong y a Colombia. América Latina y su rica naturaleza, historia cruda y gente burbujeante afectaron profundamente a Totte. El continente le ha servido como inspiración a las pinturas de velas que honran los marineros intrépidos de su época, finalizadas justo para la conmemoración de los 500 años de la llegada de Cristobal Colón a América. Una vela buena surge de distintos hilos entrelazados. En sus pliegues, una mirada cuidadosa puede percibir tonos oscuros que describen dos tipos de viajes por mar que revolucionaron el mundo.
A Madrid, Totte Mannes llegó en 1969 y desde entonces no se ha ido. La luz increíble de la ciudad fue lo que hizo la artista basara su casa y su carrera en esta capital de cielos cercanos. España era por aquel entonces muy diferente, estaba en las postrimerías de la dictadura de Franco.
Totte no vive el arte solo con sus ojos, también con los oídos. Con cinco años, empezó a tocar el piano y únicamente ha renunciado a este instrumento por obligación. En cierta época de su vida, pasó ocho años sin un piano hasta que de pronto una tarde salió a comprar té y volvió con un piano. Desde este momento, la melodía y los pinceles han vivido en armonía. En alguna ocasión, la artista ha bromeado diciendo: «tengo tres amigos: el tabaco, el Campari y el piano».
Pese a su origen nórdico, Totte entró en los círculos artísticos españoles sin dificultad. Formaba parte de un grupo artístico llamado Normas y Ritmos al que pertenecían por ejemplo el pintor Miguel Alberquilla, el compositor Carlos Cruz de Castro, y el pintor y escultor Carlos Evangelista. Ritmos y Normas organizó una exposición conjunta en Finlandia en el año 1994 y Totte ha ayudado en varias ocasiones a establecer relaciones entre sus dos tierras.
Las formas fuertes y los colores vigorosos son típicos de las obras de Totte Mannes, quien quiere describir la tridimensionalidad, el juego de la luz y las sombras en las formas. Los glaciares, las velas, las maromas, la música… Solo Totte sabe cómo reavivarlos y darles un alma a las curvas, los pliegues y las hojas rugosas.
Algo similar transmite la persona de Totte: una mujer elegante cuya esencia culta captura al interlocutor. Tal vez eso contribuyó a que creó con agilidad su propio circulo en un país extranjero. Durante la década dorada de 1980, en su casa se organizaban fiestas con personas conocidas del mundo de arte.
Totte ha afirmado que su arte surge no solo de los colores y formas sino también de la emoción A principios de su carrera artística, sus obras solían ser furiosas. Más tarde comenzó a buscar temas en los sucesos del mundo, como artista quiere pintar lo que nos conmociona. En su casa, la radio siempre está abierta, igual que la ventana a la calle, por donde entra el bullicio madrileño hasta el caballete de la artista. En varias obras ha tratado temas tenebrosos como, por ejemplo, las guerras derivadas de las religiones, los refugiados y el movimiento #metoo.
Una cinta roja se retuerce sobre sí misma en medio de sombreados oscuros. Parece que se hundiera, desapareciera, se sumergiera poco a poco. Esta cinta de color roja intenso es una metáfora de un chaleco salvavidas a punto de hundirse en Mediterráneo, ha contado la artista respecto a su cuadro Lifevest. Es difícil imaginarse no quedarse sin habla frente a esta obra.
En sus últimas pinturas, Totte desarrolla el tema de las vacunas, con el familiar estilo empleado ya en la serie Ecuménica, influenciado por sus años en América Latina. Estos cuadros novedosos son un homenaje a los científicos dieron lo mejor de sí para salvarnos de la pandemia.
¿Es posible notar el origen de la pintora finlandesa en sus obras, aunque lleva décadas residiendo fuera de su país? Antonio Maura, un viejo amigo de la artista, probablemente diría que sí. Él ha descrito las pinturas de Totte así:
Totte Mannes ha sido y es fiel a sí misma, y su viaje de las oscuras planicies de nieve a las tierras meridionales ha sido registrado en su pintura como en un diario íntimo.»
Antonio Maura, 2004
Foto: Totte Mannes y Pauliina Ståhlberg, directora del Instituto, en el estudio de la artista.