Primeras modificaciones humanas del paisaje descubiertas en la Amazonía

En 2002, los profesores Alceu Ranzi (Universidad Federal de Acre) y Martti Pärssinen (Universidad de Helsinki) decidieron formar un equipo internacional de investigación para estudiar unos grandes movimientos de tierra geométricos llamados geoglifos, en el estado brasileño de Acre, en el suroeste de la Amazonía. Pronto pareció que una civilización precolonial desconocida para los estudiosos internacionales había construído allí centros ceremoniales geométricos y sofisticados sistemas de caminos. Esta civilización floreció en la selva hace 2000 años. El descubrimiento apoyaba la teoría del profesor William Balée (Universidad de Tulane) sobre los impactos humanos tempranos en la composición actual de la selva tropical amazónica, lo que alteraba radicalmente la noción de la selva amazónica prístina.

El equipo acaba de publicar un artículo en Antiquity que demuestra que la civilización constructora de movimientos de tierra tenía una historia mucho más larga de lo que se pensaba, y que los humanos usaban fuego regularmente para limpiar pequeños claros abiertos en la selva tropical.

Estas actividades comenzaron poco después de que terminara la última Edad de Hielo, miles de años antes de que se construyeran los primeros geoglifos. Gracias al carbón que los humanos dejaron en el suelo amazónico durante los últimos diez mil años, ha sido posible medir sistemáticamente los valores de isótopos de carbono 13 de muchas muestras. Al emplear estos valores tomados del carbón vegetal datado arqueológicamente, ha sido posible estimar la precipitación y la vegetación. Los resultados publicados en Antiquity indican que la
vegetación principal del bosque y las precipitaciones se han mantenido bastante inalteradas durante los últimos diez mil años hasta el siglo XX. No se han observado evidencias de períodos más secos o de formaciones de sabanas naturales/artificiales antes de que la colonización actual comenzara a penetrar en el suroeste de la Amazonia a partir de finales del siglo XIX y durante el siglo XX. Por lo tanto, los autores argumentan que las teorías sobre las formaciones de sabanas extensas en el suroeste de la Amazonia durante el período actual del Holoceno se basan en una interpretación errónea de la conexión entre la acumulación de carbón vegetal y los incendios naturales ocasionados por períodos climáticos más secos. Estas interpretaciones no han tenido en cuenta la presencia humana milenaria en la Amazonía.

Alceu Ranzi dice que «es posible que los claros tuvieran como objetivo atraer a grandes mamíferos como perezosos gigantes y mastodontes, hasta que la megafauna desapareció para siempre. Además, la ceniza y el carbón fertilizaron el suelo y se prepararon áreas abiertas para el cultivo de palmeras, frutas, verduras y raíces útiles para la subsistencia humana». Martti Pärssinen agrega que «probablemente no sea una coincidencia que el suroeste de la Amazonia sea hoy considerado uno de los centros de domesticación más importantes: la yuca / mandioca, la calabaza, el chile y el chontaduro (pejibaye) parecen haber sido domesticados allí hace casi diez
mil años. En todo caso, los procesos de domesticación dejaron huellas importantes en la composición del bosque amazónico. Por lo tanto, no existe la selva virgen».

En general, el estudio muestra que los pueblos indígenas de la Amazonía han sido capaces de utilizar su medio ambiente de manera sostenible. Pärssinen dice que «no hay indicios de que hayan sido deforestadas grandes áreas de bosque del Holoceno antes de la segunda mitad del siglo XX. La deforestación es un fenómeno actual».

Martti Pärssinen, William Balée y Alceu Ranzi son los autores del artículo. La cuarta autora es la arqueóloga Antonia Barbosa, de la Superintendencia del Instituto do Patrimonia Historico e Artistico Nacional no Acre. La Academia de Finlandia ha financiado el proyecto al que también ha contribuido el Instituto Iberoamericano de Finlandia. En Brasil, la investigación ha sido autorizada por el Instituto do Patrimônio Histórico e Artístico Nacional (IPHAN).

Foto: Vista aérea del sítio Severino Calazans investigado por el equipo (Martti Pärssinen)