Peter von Bagh, una de las personas más influyentes del cine finlandés, ha hablado con el Instituto Iberoamericano de Finlandia sobre su obra y la relación entre las culturas cinematográficas de Finlandia y de España.
¿Cómo se refleja la cultura finlandesa en sus películas?
Mis películas no son otra cosa que cultura finlandesa, así que ésta se ve reflejada en gran cantidad, muchísimo, hasta se podría decir que a paladas. Reflectan el tipo de tradición que yo he vivido y en la cual inevitablemente se ven mis observaciones, mis estudios y mi cariño hacia la cultura finlandesa. Intento traer a mis obras la auténtica cultura finlandesa y tengo algunas que precisamente tratan sólo de ella. Un ejemplo es la serie Sininen laulu (La canción azul), que resume en 12 horas un siglo de cultura y arte de Finlandia. Mi Helsinki tampoco es igual a la imagen que se suele dar de ella, por ejemplo desde el punto de vista de arquitectónico. No trata únicamente de la gente de Helsinki sino del conjunto de la cultura que ha creado esa urbe y en ese sentido, mi obra es un resumen de este desarrollo.
España y Finlandia son dos países muy diferentes, pero ¿puede ver usted alguna semejanza en su cine?
Sí, se puede encontrar una cierta semejanza. Además, en España siempre me he sentido espiritualmente en casa. En tiempos de Franco no tenía ganas de viajar a España, pero cuando al final el dictador falleció, vine a este país y me di cuenta de que el amor hacia el cine en España era más apasionado que en ninguno de los países que había visitado antes. En mi opinión esto se debe a que en el país se había estado mucho tiempo en una posición marginal, sin poder hablar directamente de las cosas. Y esto es precisamente el punto en común que veo con Finlandia porque en Finlandia también estamos al margen y tenemos un tipo de cultura en la que prima quedarse callado; de hecho se habla del silencio finlandés. La franqueza al conversar en España nace justo de estas tensiones y cuando los cinéfilos franceses ya se habían vuelto cínicos en los años 70 y 80, en España empezaba a ver la luz la cultura. [quote align=»left»] Otra semejanza entre Finlandia y España es que ambos países tuvimos una guerra civil horrible, en realidad, de las más horribles del siglo XX. Mi película Helsinki para siempre la acabo con imágenes de la guerra porque yo la veo tan decisiva, aunque en realidad hayan pasado 95 años desde que terminó. [/quote]
Es cierto, España todavía existen dificultades a la hora de hablar de la Guerra Civil, aunque todo lo que está pasando ahora tiene su origen en ella. Después de la guerra se tuvo que empezar de cero sin una reconciliación verdadera.
En Finlandia también ha habido momentos de ilusoria reconciliación, como por ejemplo en 1939, después de la Guerra de Invierno, cuando todo parecía haber pasado al olvido. Una vez terminada la guerra resultó que esa reconciliación, ese entendimiento mutuo, no había sido real. En Alemania, por ejemplo, se ha trabajado muchísimo para poder desahogar los horrores de la guerra, mientras que en Austria, la terrible herencia de la guerra sigue como un fantasma intocable dentro de la nación. Me imagino que España se encuentra entre estos dos extremos.
Sí. Resulta extremadamente importante hablar de estos temas en público mediante, por ejemplo, la literatura o el cine. ¿Cómo ve usted el rol del cine en esta catarsis nacional?
Una buena observación la idea de que el cine y las películas puedan funcionar como un medio para hablar de estos temas. Yo, por mi parte, he intentado de utilizar películas al máximo y explotar todo su potencial en el tratamiento sobre los grandes temas. En cierta manera me parece triste que toda la ficción de hoy en día sea únicamente drama o comedia familiar aislada, sin ninguna significación más profunda. No soy ningún historiador, pero en esta zona emocional se puede emplear el cine para algo que complemente la historia en mayúsculas y verse sobre las grandes cuestiones nacionales. Empezando a realizar una película, normalmente no pienso lo que se dice en estos temas, sino que me voy dando cuenta después de que en mi obra aparecen esas grandes cuestiones. Un sólo ser humano reflexivo no puede evitar que salgan en su obra.
Cambiando de tema, como crítico, ¿qué piensa del cine español o de los directores españoles?
Tengo que admitir que casi no conozco el nuevo cine español, porque en Finlandia no vemos las nuevas películas que salen de aquí. La situación de la distribución de cine es espantosa: no llegan películas francesas, italianas ni españolas tampoco, por eso mis conocimientos del cine español son un poco antiguos. Admiro a Berlanga y después de él, el gran director moderno español para mí es Víctor Erice. Almodóvar también es muy buen realizador, claro, pero para mí Erice es el más cercano.
Muchos autores de películas, como Kaurismäki o Almodóvar, tratan sobre temas en contextos muy locales. ¿Cómo ve ese fenómeno en que las cosas presentadas de manera muy local llegan a afectar al público global?
Llevo mucho tiempo diciendo que solamente siendo muy local se puede llegar a ser realmente internacional. Lo curioso es que yo nunca me di cuenta que eso ocurriera también en mi caso. Durante mucho tiempo tenía la misma idea que los demás, de que mis películas son tan finlandesas que no podían llegar a un público internacional, y las emisoras de televisión, por ejemplo, nunca mandaban mis obras a las inspecciones internacionales de películas, tampoco se subtitulaban. En mi caso, la internacionalización ocurrió casi por casualidad. Hace un par de años algunas personas en Madrid, por ejemplo, se dieron cuenta de que mis películas contenían mensaje y empezaron a buscar versiones subtituladas de ellas. En Argentina sucedió lo mismo: un director de un festival de cine había visto Helsinki para siempre y Sodankylä para siempre porque casualmente alguien se las había recomendado, y se había sorprendido gratamente, y solamente habiendo visto esas dos películas, había decidido “si este tío ha hecho algo más, lo vamos a presentar en el festival”. Al final acabaron proyectando 15 de mis películas. Las instituciones oficiales de Finlandia no han tenido nada que ver con el descubrimiento de mis películas en el campo internacional, sino que el interés hacia ellas ha nacido entre los cinéfilos extranjeros. A veces me parece que en Yle, la Radiotelevisión Nacional Finlandesa, hasta se han ofendido porque alguien como yo reciba reconocimiento por su cuenta.
Su película, Helsinki para siempre, habla de Helsinki. ¿Cómo la ha hecho? ¿No se podría hablar de la misma manera, por ejemplo, de Madrid o cualquier otra ciudad? En la película surgen temas, desde la guerra y la urbanización hasta la internacionalización, que se han vivido en varios países europeos.
Me alegro de escuchar este tipo de análisis, porque siempre he querido que alguien realice esa observación. Yo mismo he dicho, presentando alguna de mis películas a unos extranjeros, al principio todo os va a parecer completamente extraño, no vais a entender nada. ¿Qué es esa gente, qué es ese país, qué Finlandia? Pero al concluir la película, se habrá convertido en vuestra propia historia. Esa es la meta por lo menos. [quote align=»right»] La ciudad es un organismo tan universal, con su gente y sus acontecimientos, que al final de la película, Helsinki es tanto de los madrileños como de sus propios habitantes. [/quote] Por supuesto que en la película hay detalles que no se abren a los extranjeros: historia, asociaciones de ideas, bromas que solo las puede comprender un finlandés. De todos modos, en mi opinión es importantísimo no popularizarlas, ni intentar a explicarlas, porque así se pierde la impresión y el efecto. Ese rasgo se puede encontrar en las películas de Aki Kaurismäki, que contienen muchas cosas que solo un finlandés puede comprender. Por otro lado los extranjeros son conscientes de otras cosas completamente distintas y así se produce una compensación. Los extranjeros ven detalles que a los finlandeses se les escapan.
Igual que cuando se traduce un libro: nunca es igual al original, pero de alguna manera la gente lo entiende. La cultura no puede ser totalmente comprendida pero la historia es internacional en cierto modo. ¿Cuáles son sus proyectos de futuro, qué es lo siguiente que va a hacer?
El mes que viene voy a sacar una nueva película titulada Muisteja, un pequeño filme sobre Oulu en los años 1950. He elegido la ciudad de Oulu porque es allí donde fui a la escuela. La película es igual de larga que Helsinki para siempre y trata sobre la vida en una ciudad pequeña. Estoy pensando, aunque a lo mejor estoy siendo un poco fatalista, que puede ser una película demasiado local para llevar al extranjero. Por otra parte, puede resulte lo contrario porque en el fondo hay mucha gente que procede de una pequeña ciudad.
El nombre de la película Muisteja es curioso. ¿A qué se debe?
En verdad es un nombre complicado. No se trata de la palabra finlandesa muistoja (recuerdos) mal escrita, aunque también tendría sentido, sino que es un término tradicional típico de Oulu. Muisti es una fotografía satinada que coleccionaban las niñas en sus cuadernos, de ahí lo he sacado.
¿Cómo pueden los institutos culturales que Finlandia tiene en el exterior ayudar a promover el cine finlandés en el extranjero?
Hasta ahora solamente el instituto finlandés de Paris se había mostrado abierto a estas presentaciones mías. Más allá, nadie hacía caso a mis obras. Ahora en Madrid me he sentido nuevamente mejor recibido. A decir verdad, me ha sorprendido mucho que mis películas no hayan sido aceptadas en los institutos culturales, porque, por ejemplo, la serie Sininen laulu (La canción azul), es la obra más completa que se ha hecho nunca, en ningún país, sobre el arte y la cultura de un país. Se podría pensar que algo así sería útil para los institutos culturales y sin embargo, han transcurrido diez años sin nadie la haya tocado, aunque los institutos tengan solamente unos pocos libros sobre la cultura finlandesa en sus bibliotecas. Por esta razón, sinceramente, yo tengo una imagen ligeramente negativa de los institutos culturales de Finlandia y su actividad. A mí me parecería muy interesante saber cómo recibiría el inteligente público madrileño, una obra como Sininen laulu (La canción azul). Al principio le podría parecer muy rara, pero se trata de una expedición, de un viaje de aprendizaje a la cultura finlandesa y su arte. Al final podría producir una sensación, como de sueño, de saberlo todo sobre Finlandia. Mis películas están realizadas hechas para gente que piensa y reflexiona, y por eso demandan mucho al espectador. No son entretenimiento que se pueda ver sin pensar, acompañado de unas palomitas, sino que requieren de una atención y presencia espiritual completa.